Había oído hablar de este Cansinos, un paisano periodista con ribetes literarios. Aquí nos suelta la primera parte de sus memorias, que se completan con otros dos tomacos. En tres palabras: es un ladrillo. Unas memorias se suelen justificar cuando uno tiene algo realmente interesante que contar, bien porque él mismo ha sido un tipo importante, o, mejor, porque ha conocido bien a gente importante. Yo no sé si Cansinos llegaría a conocer gente realmente interesante, pero en este tomo no es así. Apenas conoce superficalmente a Juan Ramón Jiménez o a Ramón Gómez de la Serna. Parece que intimó durante un tiempo con Carmen de Burgos (flirteaba con su hermana, por lo visto). El resto son periodistas o literatos hoy casi completamente desconocidos.
Unas memorias también pueden justificarse por su intrínseco valor literario. Para eso, desde luego, hay que ser muy bueno, y este hombre se limita a redactar con corrección. Sus capítulos, de extensión muy variable, son artículos periodísticos que estarían bien en un suplemento dominical, pero no leidos uno detrás de otro durante quinientas páginas. Tiene un estilo entrecortado, distante, barojiano, que acaba resultándome irritante. ( )