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El Evangelio de Amor (Spanish Edition)

von Enrique Gómez Carrillo

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Hasta ahora, era en sus cr nicas y en sus libros de viaje en los que yo hab a saboreado los ritmos de su esp ritu. Pero su naturaleza es de un car cter tan l rico, que hasta cuando pinta paisajes ex ticos con pinceles que Emile Faguet encuentra superiores, en ciertos casos, a los de Pierre Loti, o cuando comenta los acontecimientos de la vida corriente, nos habla siempre de s mismo, de sus ntimas melancol as, de sus entusiasmos, de sus amores, de sus ilusiones, de sus pesares, todo de una manera indirecta, pero transparente. Lo llaman en Espa a y en la Am rica espa ola el Pr ncipe de los cronistas. Y lo es. M s es un pr ncipe sin s bditos, porque ninguno de los que caminan por senderos an logos al suyo, parece de su misma raza. Sin quererlo, y tal vez sin saberlo, ha creado su g nero, mezclando en l sonrisas y exaltaciones, cordura y fantas a, matices y violencias, cultura e instituto, fervores e iron as, frivolidad y profundidad, todo ello envuelto y como velado en una forma exquisita, que comenz por sorprender, casi puede decirse, por chocar, a los puristas, pero que ha acabado por seducir aun a aquellos que no juran si no por Cervantes. Es un escritor franc s que se traduce a s mismo en castellano, sol a decir su amigo Rub n Dar o. Algo hay de esto, aunque en Francia tambi n parece muy original y hasta raro, a pesar de su educaci n literaria, puramente parisiense. Lo que pod a parecer extra o, es que este artista perfecta, cuyas obras completas ocupan veinticinco vol menes, no hubiera aun escrito una verdadera novela, temiendo las dotes m s admirables para el cultivo de ese g nero. Y me siento orgulloso de decir que quien descubri primero tales dotes, fu yo. A menudo le dec a: - Escriba usted novelas, que ser n muy bellas. l me contestaba siempre: - Soy incapaz de imaginar la menor cosa. Afortunadamente se enga aba, como nos lo demuestra ahora el xito muy merecido de El Evangelio del Amor, obra de la cual lo nico que podr n decir ciertos cr ticos, es que m s bien es un poema. Pero hay acaso alguna novela de primer orden que desde cierto punto de vista no sea un poema? Por lo dem s, Maeterlinek ha escrito con exactitud: G mez Carrillo, es ante todo, un gran poeta en prosa. Es que lo que hay de poes a y de gran poes a en esas p ginas, no estorba para que la novela misma, en su esencia novelesca, sea interesante y hasta interesant sima. Porque esos personajes singulares que otro hubiera podido convertir en abstracciones o en s mbolos, ese Te filo tan fuerte en su flaqueza resignada y esa Eudosia tan enternecedora en su abandono absoluto, forman una pareja que vive con magnifico relieve en la realidad de la pasi n. El universo del amor se ha enriquecido con dos criaturas inmortales -dice, hablando de ellos, el ilustre poeta Manuel Machado- Y yo creo, como l, que esas altas encarnaciones del amor, en lo que este sentimiento tiene de m s misterioso, de m s irresistible, de m s imprevisto, de m s profundo, de m s religioso, vivir n eternamente junto a las amantes m s inolvidables, en el mundo ideal de las figuras novelescas. Y que lecci n m s hermosa la que se desprende de esta obra profundamente cristiana. Desde este punto de vista, la novela de G mez Carrillo es realmente un poema, un poema soberbio, iluminado por la luz del Oriente, perfumado por las flores sublimes de la leyenda m stica, murmurante de preces y de confidencias, tembloroso de deseos, de escr pulos, embellecido por el milagro de las caricias que embellecen, santificado en el holocausto del evangelista.… (mehr)
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Hasta ahora, era en sus cr nicas y en sus libros de viaje en los que yo hab a saboreado los ritmos de su esp ritu. Pero su naturaleza es de un car cter tan l rico, que hasta cuando pinta paisajes ex ticos con pinceles que Emile Faguet encuentra superiores, en ciertos casos, a los de Pierre Loti, o cuando comenta los acontecimientos de la vida corriente, nos habla siempre de s mismo, de sus ntimas melancol as, de sus entusiasmos, de sus amores, de sus ilusiones, de sus pesares, todo de una manera indirecta, pero transparente. Lo llaman en Espa a y en la Am rica espa ola el Pr ncipe de los cronistas. Y lo es. M s es un pr ncipe sin s bditos, porque ninguno de los que caminan por senderos an logos al suyo, parece de su misma raza. Sin quererlo, y tal vez sin saberlo, ha creado su g nero, mezclando en l sonrisas y exaltaciones, cordura y fantas a, matices y violencias, cultura e instituto, fervores e iron as, frivolidad y profundidad, todo ello envuelto y como velado en una forma exquisita, que comenz por sorprender, casi puede decirse, por chocar, a los puristas, pero que ha acabado por seducir aun a aquellos que no juran si no por Cervantes. Es un escritor franc s que se traduce a s mismo en castellano, sol a decir su amigo Rub n Dar o. Algo hay de esto, aunque en Francia tambi n parece muy original y hasta raro, a pesar de su educaci n literaria, puramente parisiense. Lo que pod a parecer extra o, es que este artista perfecta, cuyas obras completas ocupan veinticinco vol menes, no hubiera aun escrito una verdadera novela, temiendo las dotes m s admirables para el cultivo de ese g nero. Y me siento orgulloso de decir que quien descubri primero tales dotes, fu yo. A menudo le dec a: - Escriba usted novelas, que ser n muy bellas. l me contestaba siempre: - Soy incapaz de imaginar la menor cosa. Afortunadamente se enga aba, como nos lo demuestra ahora el xito muy merecido de El Evangelio del Amor, obra de la cual lo nico que podr n decir ciertos cr ticos, es que m s bien es un poema. Pero hay acaso alguna novela de primer orden que desde cierto punto de vista no sea un poema? Por lo dem s, Maeterlinek ha escrito con exactitud: G mez Carrillo, es ante todo, un gran poeta en prosa. Es que lo que hay de poes a y de gran poes a en esas p ginas, no estorba para que la novela misma, en su esencia novelesca, sea interesante y hasta interesant sima. Porque esos personajes singulares que otro hubiera podido convertir en abstracciones o en s mbolos, ese Te filo tan fuerte en su flaqueza resignada y esa Eudosia tan enternecedora en su abandono absoluto, forman una pareja que vive con magnifico relieve en la realidad de la pasi n. El universo del amor se ha enriquecido con dos criaturas inmortales -dice, hablando de ellos, el ilustre poeta Manuel Machado- Y yo creo, como l, que esas altas encarnaciones del amor, en lo que este sentimiento tiene de m s misterioso, de m s irresistible, de m s imprevisto, de m s profundo, de m s religioso, vivir n eternamente junto a las amantes m s inolvidables, en el mundo ideal de las figuras novelescas. Y que lecci n m s hermosa la que se desprende de esta obra profundamente cristiana. Desde este punto de vista, la novela de G mez Carrillo es realmente un poema, un poema soberbio, iluminado por la luz del Oriente, perfumado por las flores sublimes de la leyenda m stica, murmurante de preces y de confidencias, tembloroso de deseos, de escr pulos, embellecido por el milagro de las caricias que embellecen, santificado en el holocausto del evangelista.

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