"Desde allí miré hacia todos lados y vi el cerro impetuoso de Acco. Tanta y tamaña roca para nada. Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga: aquellos parajes son tierras ociosas, baldías para Alan García, pero para los campesinos esas rocas enormes son los dioses y gracias a ellos producen sus tierras; de ahí manan las aguas que calman la sed y riegan las sementeras de la vida. Las tierras del olvido también son importantes".

El testimonio escrito en primera persona de Gavilán repasa su vida desde que ingresó a las filas de Sendero Luminoso y debió pasar por diferentes instancias, tanto militares como religiosas. Es una autobiografía cuyo gran valor es que se desprende de las connotaciones de estar o no en el grupo terrorista y se centra en las vivencias: escapes, falta de comida, pillerías, doctrinaje duro y muchos más.

Y como lo hace desde la vivencia, queda como tarea al lector definir de qué lado queda ante el repaso de su vida en Sendero. Ahí radica el peso del libro, en que Gavilán pudo estar in situ para contar finalmente cómo es la vida (o la falta de) en un grupo que marcó un hito en la historia de Perú de los años 80 y 90. Cada uno puede tener su opinión sobre aquello; lo que hace Gavilán es añadir antecedentes a la discusión. No obstante, personalmente lo encontré lento en la narración, aunque reconozco que su valor está en el fondo más que en la forma. ( )