Adoro a Enric González [EG], a quien (reconozco mi ignorancia) he descubierto recientemente. El año pasado mi jefe se compró "Historias del calcio", y cuando le pregunté me habló de los tres libros de Historias que tiene publicados EG. Me compré el primero, el de Londres, y caí rendido ante lo bien que escribe este señor. Los dos siguientes cayeron en un mes, y estoy esperando el de historias del calcio. Entretanto, los amigos de Jot Down se las han ingeniado para conseguir que EG escriba otro libro más, que he disfrutado muchísimo.
En el libro, EG nos cuenta su vida profesional, desde que empezó a los diecisiete en La hoja del lunes para contentar a su padre, mientras hacía tiempo para empezar Veterinaria en Zaragoza, hasta que se apuntó voluntariamente al ERE de El País. En sus páginas, que cruzan por los puntos de donde salieron sus otras Historias y nos remiten a ellas, apreciamos el declive de un medio como El País desde los ojos de alguien que lo adoraba. El libro está muy bien escrito y se lee de manera casi hipnótica. EG es un grandísimo escritor. Echo ya de menos sus Historias de París y sus Historias de Jerusalén.
Como bonus, me entero (tarde, pero con muchísima alegría) de que EG es hijo, nada más y nada menos, de Silver Kane, autor a quien idolatré en mi primera adolescencia por sus novelitas del oeste. Cuando descubrí esta conexión pasé unos 15 segundos extásico, quieto, dejando que el dato calara en mi boquiabierta conciencia. Qué maravilla de autores, padre e hijo. ( )

“Memorias líquidas” es un libro misterioso. Hay historias de periodistas, recuerdos de la temporada que el autor pasó en “El País”, alguna reflexión sobre el oficio que el lector avisado hará bien en saltarse, varias digresiones innecesarias y el recuerdo de unas cuantas copas que constituyen, evidentemente, la parte líquida del asunto.