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God Was Born in Exile (1960)

von Vintila Horia

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El escritor rumano Vintilă Horia traslada a un diario imaginario el relato del trágico destierro de Ovidio Nasón. El poeta comienza sus escritos con la soberbia de quien aún cree en la superioridad del intelecto sobre la irracionalidad del poder: «Yo soy poeta él no es más que el emperador».

En el año 9 d.C., Ovidio era uno de los más importantes poetas de Roma, noble y rico, si no frívolo, al menos, despreocupado. Muy próximo a la familia imperial, no fue consciente de que los dioses son vengativos y caprichosos y de que Octavio se había convertido en un dios. Sólo cuando es desterrado a la antigua ciudad griega de Tomis, a orillas del Ponto Euxino, admite que sus poemas son la causa del castigo. Allí, atenazado por el rugir de las olas y el aullido de los lobos, llora la ausencia de sus amigos. El poeta evoca los olores y los colores de Roma, sus jardines y su hogar; la fidelidad de su esposa Fabia; su exitosa vida social en el círculo de Tíbulo y Horacio; el lujo y la comodidad. Horia incorpora también el recuerdo de Corina, su amante y la intensidad de una vida amorosa que todos en Roma conocían. El exilio es una ruptura con el orden natural de las cosas, escribe Ovidio. Su lamento es más agudo en tanto que compara el paraíso romano con la aspereza del lugar al que ha sido destinado. Ovidio allí es un exiliado no un prisionero. Controlado por Honorio, soldado de la guarnición imperial, se le permite beber en la taberna del griego Himerión, visitar a la prostituta Artemis y pasear entre la ciudad amurallada y su puerto. Pequeñas huídas de una vida castigada por el frío que lo mantiene junto al fuego oyendo «el crepitar de la nieve helada en el exterior " y por el horror que le producen la proximidad de los bárbaros. Algunos, los más asimilados, viven extramuros como Dokia, la mujer geta que han puesto a su servicio. Y que: «parece un animal de tan envuelta como viene en una piel de cordero. La primera mirada del refinado poeta sobre los indígenas es la del colonizador. La misma que siglos después proyectarán los europeos sobre los hombres no blancos. El romano duda incluso de la humanidad de quienes creía: «animales de dos patas, desprovistos de sentimientos y razón» y prefiere la compañía, sin importarles su rudeza e ignorancia, de los antiguos colonos griegos.

El poeta se pregunta por la razón del castigo. Vintilă, elige entre las muchas interpretaciones de un asunto nunca aclarado, las de índole moral. El Ars Amandi fue considerado el instrumento de perversión que corrompió a la nieta del emperador. Ovidio se autoexculpa en un diario que nadie leerá, no se considera responsable de la depravación de Julia. Fue testigo de su inmoralidad, como tantos otros nobles, pero no el incitador. En su obra real, Tristes y Pónticas implora perdón al emperador y ruega ser confinado entre hombres que no sean bárbaros. Pero sus escritos imaginados recogen su indiferencia religiosa, su oposición al expansionismo romano y, sobre todo, su desprecio a la política de moralización.

Como todos los dictadores por venir, Augusto se erigió en defensor de la familia, del matrimonio, de la religión oficial y de la patria. Y como todos los dictadores impuso a los transgresores penas ejemplarizantes. Su propia hija y su nieta fueron desterradas por inmorales. Ovidio critica con acritud la dualidad de una moral que rinde culto a dioses adúlteros y adora a un emperador que ha utilizado las leyes civiles de matrimonio y divorcio para los intereses políticos de la familia imperial.

Con el paso de los días la nostalgia de la Urbs no disminuye, cada primavera espera que con el deshielo lleguen noticias de su ciudad, pero el exilio lo ha desgarrado y tras varios inviernos su mirada no es la del poeta áulico. Roma no es la idílica ciudad que dejó atrás, es también la que habita el sanguinario público que acude a las venationes. Los pueblos conquistados han adoptado su lengua y sus costumbres pero no la crueldad de los juegos circenses. Sus reflexiones van más allá de su desdicha y alcanzan las del destino de Roma. La vida en la frontera ha descubierto al poeta que el Imperio que se cree tan invicto como inmortal está amenazado por una fuerza destructora. Varios siglos antes de que otros bárbaros arrasen Roma, el espíritu de Ovidio, como las formas de su Metamorfosis, fue transformado no por la voluntad de los dioses sino por una humanidad que hasta entonces le era ajena.

El poeta se aproxima a las costumbres y la religión de los getas y descubre que la guerra imperialista no solo deja en retaguardia a combatientes derrotados sino también a hombres libres que han cambiado las armas por el arado y la rapiña por el cultivo. Son desertores de las legiones cansados de matar; ciudadanos huidos de las rígidas leyes de la poli; traidores a una patria que les exige el tributo de la sangre de otros pueblos. ¿Qué hay en el fondo del corazón de estos romanos?, se pregunta el poeta, extrañado de que hayan elegido voluntariamente marginarse. Desde su agnosticismo se sorprende tanto de que hayan renegado de los dioses patrios y adoren a un único dios que viaja al país de los getas para encontrarlo. Según le enseña uno de los sacerdotes de Zamolxis, el dios de los dacios, la ambición de su pueblo no es privar de la libertad a otros sino preservar la suya, los getas no valoran la vida sino la muerte que los conduce a la vida eterna.

Es una revelación que el agnóstico poeta no recibe indiferente. La inquietud religiosa se asoma en sus escritos a través de las historias de sus amigos más queridos. Aquellos que con más ahínco buscaron el consuelo al dolor, a la soledad y al remordimiento vislumbraron una luz esperanzadora en un nuevo dios que había nacido en Galilea. Ovidio lo conocerá tras la muerte de Augusto (14 d.C.) cuando se humilla por última vez, ahora ante Tiberio, y aún desea volver a Roma. Después su único anhelo será morir junto a sus amigos bárbaros y a sus compatriotas renegados, arrullado por el Danubio, en la tierra de los getas.

FICCIÓN O REALIDAD

El autor de Dios ha nacido en el exilio vuelca en este libro la eterna nostalgia de quienes no regresarán nunca a su patria. Como Ovidio, también Vintilă Horia es un exiliado. Nacido en Rumanía en 1915, tras ser liberado de un campo nazi, no volverá al país de los dacios, tan presente en su obra como la denuncia del poder totalitario. Algo que no deja de ser contradictorio en alguien que había apoyado al fascismo. Aquel apoyo no fue olvidado en Francia. Renunció al Premio Gongourt de 1960 tras una campaña de escritores antifascistas, encabezada por Jean-Paul Sartre. Instalado en España desde 1953, ha sido considerado uno de los más importantes representantes del exilio cultural rumano (Eiroa, 2011: 479-497).

Dios ha nacido en el exilio es un alegato contra la guerra imperialista. Ovidio remonta el Ister (Danubio) para oír en boca de una mujer derrotada que el pueblo que respeta a sus dioses se defiende cuando lo atacan y va a la guerra cuando tiene hambre pero no hace de la conquista su medio de vida. El alegato de los getas contra Roma no es distinto al que Fanon vuelca en Los condenados de la Tierra(1999) cuando afirma que la violencia ha presidido la constitución del mundo colonial.

Horia convierte al desterrado en la representación del colonizador contemporáneo: «¿cómo no sentirse orgulloso de ser ciudadano romano ante estos bárbaros a caballo cuyas armas son flechas envenenadas?» se pregunta Ovidio para quienes los getas ni siquiera han alcanzado la sutileza de la sonrisa.

La venganza del pueblo que será completamente dominado por Roma es la metamorfosis del poeta. Nasón sufrió hasta su muerte la inclemencia del Bóreas que helaba el mar pero amó el inmenso lago extendido bajo las murallas de Tomis y a los bárbaros que habitaban sus orillas. El autor utiliza con elegancia esta transformación para enfrentarse al concepto de civilización. El argumento del padre de Dokia que devuelve a Ovidio la acusación de crueldad imputada al indígena, parece ser una transposición literaria de Discurso sobre el colonialismo de Aimé Césaire (2006). El padre de La Negritud, movimiento que influirá en Senghor y en el proceso de la descolonización africana, negó la acción civilizadora de las potencias coloniales en el sentido de la misión atribuida a Francia por Jules Ferry en su discurso a la Asamblea (1885), en pleno auge del imperialismo.

El discurso que Horia pone en boca de los bárbaros danubianos es pacifista, anti militarista y anticolonialista. No tan lejano del que en los años sesenta mantenían en Francia, si bien desde la perspectiva marxista, las corrientes de apoyo a la descolonización de Argelia. La contradicción, si es que la hay, estaría en la abismal distancia que existe entre el aliento de la ficción literaria y la posición política del autor: complaciente con un régimen que mantenía en el exilio a miles de disidentes y aplicaba un programa de control moral y social como el que el Ovidio imaginario denunciaba. De ahí que Ernesto de Ayala (1992) considere a Vintilă Horia, colaborador asiduo con la prensa del franquismo, un intelectual de difícil encuadramiento desde un patrón maniqueo. También su experiencia personal en la Rumanía de entreguerras ilustra la inutilidad de reducir el enfrentamiento ideológico de los años treinta a la oposición fascismo-democracia. Afín al gobierno dictatorial del rey Carol y al fascismo, Horia fue contrario al movimiento ultranacionalista, antisemita y ultrareligioso del Movimiento Legionario rumano. Fue represaliado por el nazismo cuando Rumanía, tras la derrota alemana en la URSS, pasó al bando de los aliados.

No menos desconcertante puede parecer la exaltación e idealización del pueblo dacio, común al ultranacionalismo de la Guardia de Hierro y al de la Rumanía comunista. En los años sesenta, Los Dacios, una película sobre las raíces latinas de la nación, era una de las más vistas del país (Petrescu, 2011: 55-86). Horia sigue ambas estelas.

Los llamados dacios por los romanos y getas por los griegos son el mismo pueblo que Vintilă iguala a Roma para darle visibilidad como antagonistas del Imperio. El autor ilumina a pueblos que en los manuales de Historia aparecen en letra pequeña junto al imperio romano. A través del viaje emprendido por Ovidio se invita al lector a conocer a través del Ister el país de los dacios –sudeste de Rumanía—; sus costumbres y valores; su religión y la vida cotidiana de unas comunidades, entonces, escasamente romanizadas. Si al principio de su exilio Ovidio relata junto al mito de Medea la colonización helénica del Ponto, durante su viaje da a conocer la historia de los reinos dacios y sobre todo a su único dios. Es una revelación que responde a la inquietud religiosa del poeta quien establece una conexión entre Xalmozis y el nuevo dios, nacido en Galilea. Esa conexión no es una ficción. Por el contrario es un componente del nacionalismo rumano, presente en la obra del historiador de las religiones, Mircea Eliade. Horia la utiliza para afirmar la verdad del cristianismo sobre el paganismo (Pérez, 2008).

Los getas que conoce Ovidio creen que el país que se extiende tras las montañas de levante y su capital Samizegetusa permanecerá libre, el poeta sabe que Roma lo anexionará al Imperio. Entre el 101 y 107 d.C., la Dacia fue conquistada por Trajano y convertida en una de las provincias más romanizadas. La tragedia de los dacios y el suicidio de Decébalo, escrito en piedra es una filigrana de la escultura romana que aún desafía a la eternidad en el foro de Trajano.

Tristes y Pónticas, obras escritas realmente por Ovidio en Tomis –actualmente la ciudad rumana de Constanza— inspiran el libro de Horia. El autor rumano, sin ser infiel al testimonio original difumina la realidad que a su vez pudo ser alterada por el poeta. La crítica reconoce que el exiliado exageró en Las Tristes la cierta rigurosidad del clima para demostrar la crueldad de su castigo. Confiaba en que sus amigos conmovieran al emperador y Augusto permitiera su traslado lejos de los getas. En su epístola a Grecino, incluida en Las Pónticas reconoce, sin embargo, que amaba a los nativos y que entre ellos tenía amigos. La obra de Vintilă Horia recoge este sentimiento con fidelidad pero quizá lo sublima en detrimento de la visibilidad de sus amigos romanos. El Ovidio real nunca dejó de pedir perdón ni clemencia ni renunció a su deseo de volver a Roma. No regresó, murió en Tomis tras nueve años de destierro. Sus elegías, de una belleza sobrecogedora, son una profunda reflexión sobre la amistad y se vertebra sobre una aseveración: solo la verdadera sobrevive en la desgracia. En su caso fue cierto, si bien algunos amigos lo olvidaron y otros procuraron evitarlo, los verdaderos no renunciaron a clamar por su regreso. El destierro, que todo ser humano conoce alguna vez, distingue a unos de los otros.
  ferperezm | Feb 18, 2023 |
Siempre es una alegria, y una emoción, reconocer la señal del talento, ver cómo aparece ante nosotros un auténtico escritor...
  socogarv | Feb 6, 2021 |
HR-1
  Murtra | Nov 28, 2020 |
BG-4
  Murtra | Oct 5, 2020 |
Conservo questo libro con la data di Marzo '80. Tra le sue pagine ho ritrovato un foglio autografo scritto dall'editore Fògola di Torino. Scritto su carta sottile, tipo "india": scrittura a mano, corsivo dei tempi andati, inchiostro blu, Mario Fògola scriveva di aver bisogno di "tanti prof. Gallo in tutta Italia" per far conoscere i suoi libri. Son passati tanti anni e rileggo con piacere sia la lettera che Horia e Ovidio.

Dio è nato in esilio è un romanzo scritto in francese da Vintilă Horia e pubblicato nel 1960. L'opera è una riscrittura delle opere che il poeta romano Ovidio compose durante il suo esilio a Tomi (nell'attuale Romania), le Tristia e le Pontiche.Il titolo del romanzo, Dio è nato in esilio, è una frase enigmatica che può essere interpretata in diversi modi. Una possibile interpretazione è che Horia intendeva sottolineare la sofferenza e la solitudine di Ovidio durante il suo esilio. L'esilio è spesso visto come una punizione divina, e Ovidio stesso si sente come se fosse stato abbandonato da Dio.

Un'altra possibile interpretazione è che Horia intendeva sottolineare la creatività e la resilienza di Ovidio. Nonostante la sua sofferenza, Ovidio continua a scrivere e a creare poesia. La poesia stessa è una forma di rinascita, e Ovidio riesce a trovare conforto e speranza nella sua arte. Infine, è possibile che Horia intendesse sottolineare il significato universale dell'esilio. L'esilio è un'esperienza che può essere condivisa da persone di tutte le epoche e di tutte le culture. Il titolo del romanzo è un'affermazione che anche nella sofferenza e nella solitudine è possibile trovare speranza e redenzione. In una lettera a sua moglie, Horia ha scritto: "Il titolo del mio libro è una provocazione. Dio è nato in esilio, perché l'esilio è il luogo dove si incontrano la disperazione e la speranza, la morte e la rinascita. È il luogo dove si può comprendere la vera natura dell'uomo."Il romanzo è ambientato nel I secolo d.C., durante il regno di Augusto. Ovidio, poeta e intellettuale di corte, viene condannato all'esilio a Tomi, una città sul Mar Nero, per motivi mai chiariti del tutto.

Il romanzo segue le vicende di Ovidio durante i suoi anni di esilio. Ovidio è un uomo colto e raffinato, abituato alla vita di Roma. L'esilio è per lui un'esperienza terribile, che lo costringe a confrontarsi con la solitudine, la nostalgia e la perdita della sua libertà.

Il romanzo è un'opera ricca di pathos e di intensità. Ovidio è un personaggio complesso e sfaccettato, che suscita empatia e compassione. Il lettore è coinvolto nelle sue sofferenze e nelle sue speranze.

Dio è nato in esilio è un'opera importante non solo per la sua valenza letteraria, ma anche per il suo valore storico e sociale. Il romanzo offre una testimonianza vivida dell'esperienza dell'esilio, che è un tema sempre attuale.

Punti di forza:

La scrittura di Vintilă Horia è elegante e raffinata.
Il romanzo è ricco di pathos e di intensità.
Ovidio è un personaggio complesso e sfaccettato, che suscita empatia e compassione.
Punti deboli:

Il romanzo può essere un po' lento e monotono in alcuni passaggi.
**In conclusione, Dio è nato in esilio è un romanzo che merita di essere letto. È un'opera che offre una lettura coinvolgente e ricca di spunti di riflessione.

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Vintilă Horia, pseudonimo di Vintilă Caftangioglu, è stato uno scrittore, poeta, filosofo, giornalista, pedagogo e diplomatico rumeno. È nato a Segarcea, in Romania, il 18 dicembre 1915 e morto a Collado Villalba, in Spagna, il 4 aprile 1992.

Horia ha studiato filosofia e letteratura all'Università di Bucarest e all'Università di Vienna. Dopo la laurea, ha lavorato come diplomatico per il governo rumeno. Nel 1940, a seguito dell'occupazione della Romania da parte dell'Unione Sovietica, Horia è stato costretto a lasciare il paese e a rifugiarsi in Francia.

In Francia, Horia ha continuato la sua attività di scrittore e giornalista. Nel 1960, ha pubblicato il suo romanzo più famoso, Dio è nato in esilio, che è una riscrittura delle opere che il poeta romano Ovidio compose durante il suo esilio a Tomi (nell'attuale Romania). Il romanzo è stato tradotto in diverse lingue e ha ricevuto numerosi premi, tra cui il Premio Goncourt.

Horia ha scritto anche altri romanzi, poesie, saggi e articoli. Le sue opere sono state tradotte in diverse lingue e sono state apprezzate da critici e lettori di tutto il mondo.

Horia è stato un uomo di grande cultura e talento. Le sue opere sono una testimonianza della sua profonda riflessione sulla condizione umana, sull'esilio e sulla natura della libertà.

Ecco alcuni dei temi principali delle opere di Vintilă Horia:

L'esilio: l'esilio è un tema ricorrente nelle opere di Horia. Egli stesso è stato un esule per gran parte della sua vita, e questa esperienza ha avuto un profondo impatto sulla sua scrittura.
La libertà: la libertà è un altro tema importante nelle opere di Horia. Egli credeva che la libertà fosse un diritto fondamentale dell'uomo, e che dovesse essere difesa a tutti i costi.
La natura umana: Horia era un osservatore acuto della natura umana. Le sue opere esplorano le complessità dell'animo umano, sia nelle sue manifestazioni positive che negative.
Le opere di Vintilă Horia sono ancora oggi rilevanti e attuali. Esse offrono una visione profonda della condizione umana e dei problemi che l'uomo deve affrontare. ( )
  AntonioGallo | Nov 2, 2017 |
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